- Temes al invierno?

- No.

- ... márchate.

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18 abr 2010

Sueño

15 años después


- Somewhere over the rainbow...

La increíble voz de Norah Jones se filtró poco a poco en su cabeza, mientras, perezosa como un gato, se estiraba dentro de su mullido colchón negándose a despegar los párpados y salir de su apetitoso letargo.

Tanteó la mesilla plegable colocada al borde de su colchón con la mano hasta que encontró el traidor móvil, haciéndolo desaparecer bajo la pila de mantas y silenciándolo hasta... la mañana siguiente.

- O hasta que alguna de tus escasas amistades te llame.- murmuró una soñolienta voz, 78 centímetros por debajo de su almohada.

- Cierra tu metálica boca, Riley.- le gruñó el montón de mantas a aquella insidiosa vocecilla, perteneciente a una niña de 12 años, con la boca llena de hierros para corregir problemas del paladar. Paladar que no tenía problema alguno para gritar en el momento oportuno, ya que su advertencia había sido desoida, llamando a una autoridad mayor.

- Mamáaaaaaaaaaaaaaaaa!!! Shasha no se levanta y perderá el autobús!!

- Cállate niña pesada!- gruño de nuevo el montón de mantas mientras la mano volvía a asomar y lanzaba el móvil a modo de proyectil hacia la cama inferior, sin mucho éxito pues la ocupante ya se había lenvantado.

La puerta pintada de azul del cuarto se abrió, trayendo consigo el helador frío del amanecer y un suave olor a miel y tortitas, además de una cabeza poblada de perfectos rizos negros, perfectamente colocados y en perfecto orden... tan asquerosamente perfectos como la perfectísima dueña.

- Eh, niñatas, mamá dice que como no os levantéis rápido, os iréis sin desayunar y con un almuerzo de verduras.- dijo la chica perfecta mientras contemplaba su nuevo fruncimiento de labios especial para atraer a los chicos en el diminuto espejo de su polvera.
Tras desprender una invisible pelusa e ignorar los gritos de protesta de la pelirroja chivata, se fue cerrando la puerta delicadamente, como haría una señorita.

La única ocupante visible de la habitación, frustrada por la injusticia de todo aquello, echó la lengua al montón de mantas y salió de la habitación aún en pijama, gritando que le dejaran tortitas y que Shasha era idiota.

Por su parte, el montón de mantas llamado Shasha e insultado de diversas formas, pareció decidir que ya no podía remolonear más, pues se estiró y removió hasta caer en un montón aún más revuelto que antes, dejando a la vista una cabeza cubierta por un suave pelo gris, tan alborotado como las mantas.

- Esto es peor que una dictadura.- dijeron unos pequeños labios resecos por el reciente sueño mientras una mano frotaba furiosamente el rostro, intentando despejar inutilmente, la somnolencia acumulada durante semanas.

Sintiéndose como un helado, se dejó caer de la cama, aterrizando sobre la mullida alfombra mientras cogía su cepillo de dientes y abría la puerta para dirigirse al baño, con la vana esperanza de encontrarlo...
Ocupado.

- Oh... Cam!! Cam!- su mano aporreó la puerta y movió el tirador, sabiendo que lo hallaría cerrado. Pero si el ocupante era quien ella pensaba...- Cam, sal de una maldita vez!

- Vete a la porra, Shasha. Tengo que ducharme y afeitarme, y luego echar la crema hidratante, y hoy vendrán los estudiantes nuevos, así que.. Fuera!!

La chica del pelo gris, contempló la puerta con cansancio, mientras oía el sonido del agua de la ducha y los gritos de la mitad de su familia en el piso inferior, disputándose el desayuno no precisamente escaso, pero la pelea lo volvía interesante según su padre.

Volvió a su habitación, arrastrando los pies por el pasillo y esquivando la cuchara que le lanzó uno de los gemelos, Warren probablemente, aunque en aquel momento no los distinguiría ni aunque le pagaran. Solo eran dos críos más dentro del ingente montón de personas que convivían en aquella casa, demasiado apretados. Por muchas ampliaciones que hiciera su padre, parecía que acababan ocupando más y más...

Contemplando con aspereza la abandonada cama, volvió sus pasos hacia el espejo y se observó detenidamente, en busca de algún cambio por pequeño que fuera.

Le devolvió la vista una chica alta y delgada, de piel blanca que por mucho que su hermana la envidiara, a ella le habría gustado poder ponerse morena de vez en cuando; su pelo, apenas le rozaba los hombros, cortado de forma irregular al igual que el flequillo, que le caía hacia el lado izquierdo, en un vano intento de ocultar un poco sus... ojos.

Al igual que siempre que miraba, sintió un escalofrío de agrado y a la vez repulsión al contemplar aquellos límpidos orbes de un azul tan... extraño en los humanos. No tenían matices apenas, tan solo tonos un poco más oscuros hacia fuera. Por lo demás... azules como el hielo.

Shasha apartó la vista de su frustrante reflejo y la posó en las gafas de sol, que había podido llevar durante el verano. Pero ahora, estaban ya a mitad de septiembre, y no había excusa.

En su visión periférica destacaba el resplandor amarillo del fluorescente que enmarcaba aquel día en el calendario, día que se acercaba lento pero imparable.
El día en que cumpliría dieciséis añós.

Se preguntó porque tenía que celebrarlo... a fin de cuentas, nunca le regalaban nada, descontando los regalos de Nine y Caroline, sin contar a  Dylon porque siempre le regalaba cosas de deporte, las únicas personas que parecían querer estar con ella sin pedirle nada a cambio. Sus únicos amigos.

Pensar en ellos le hizo animarse un poco, y mientras abandonaba la relativa seguridad de su habitación para adentrarse en territorio hostil, alias la cocina, una breve sonrisa de anticipación se imprimió en su cara.

Por fin comenzaban las clases, y cada año tenía... sopresas nuevas.

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