- Temes al invierno?

- No.

- ... márchate.

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23 abr 2010

Impaciencia

Parecía haber pasado un siglo desde que contemplara el paisaje helado a través de las empañadas ventanillas del autobús.



Pero ahí estaban de nuevo, los mismos árboles contemplados durante años, unos más viejos, otros desaparecidos... y nueva vida allá donde mirara, aunque aquel invierno parecía querer ocultarlo todo bajo su blanco manto.

 Le pareció ver la sombra de un lobo entre los árboles, pero un empujón en el hombro la hizo chocarse contra el asiento y tuvo que apartar la mirada sin poder confirmarlo. Para cuando volvió a mirar no había nada.


Se sacó el auricular derecho y contempló a su acompañante enfadada.


- Gabby... por favor?

 La alta morena que le sacaba unos cuantos centímetros, movió su bonita melena oscura y la miró despistada, mientras se llevaba un manchado dedo de pintura, cosa habitual en ella, a los labios para pedirle silencio.


- Qué me calle? Pero por qué dem...


Mientras se incorporaba pudo observar lo que tenía preocupada a su compañera, por lo general una persona tranquila.

 En medio del pasillo del autobús se había producico... un accidente. A una de las chicas se le había caído la mochila y con ella un montón de libros se habían desparramado por el suelo... con la mala suerte de acabar un par de ellos en las manos de los idiotas del instituto.


- Kevin, por favor, dame las libretas.- le decía la chica, bajita y con cara de estar bastante avergonzada.


El interpelado, un pelirrojo de casi metro noventa, y bastante de ancho como para equipararse a un armario, que la contemplaba como si evaluara las posibilidades. Y pareció decidir que tenía las de ganar, sobre todo cuando miró hacia atrás y vio a sus dos gorila-compañeros, Kurt y Sloan, tan tontos como feos y brutos, listos para ayudarle en caso de que alguien los interrumpiera.


- Esas no son formas de pedir las cosas, pequeñita. Tienes que decir, oh grandioso señor Kevin, tenga la piedad de soltar mis libros y saldré con usted toda la semana.- le soltó con una desagradable mueca que dejaba al descubierto sus dientes mellados por las peleas en hockey.


Todo el autobús zumbaba con los murmullos de la gente, pero Shasha y Gabrielle sabían que nadie levantaría la mano contra ellos. Aquel día no había profesor como acompañante, y era poco probable que lo hubiera en mucho tiempo a no ser que alguien denunciara aquellos abusos.


Shasha se sintió... extraña. Sobre todo porque había comenzado a levantarse del asiento. El autobús seguía circulando, ya tan solo quedaban unos metros para la siguiente parada, y quizá tal vez allí se subiese algún chico que pudiera ayudar... y porqué narices pensaba eso si sabía que en aquella parada nunca se subía nadie, que era la que estaba delante del bosque y más alejada de la ciudad. Allí no aparecería nada más que el viento. O algún ciervo...



Y sin embargo, se encontró delante de la chica que ya sollozaba, deseando que su amiga Nine estuviera presente, pues le habría dado dos sopapos al estúpido de Kevin y el no se habría atrevido con la capitana del equipo de tenis, natación, voleyball, baloncesto y taekwondo, del colegio. Incluso podría ser la capitana de hockey, pero no le gustaba la compañía.

Y a Shasha tampoco.


- Ya basta, idiota. Devuélvele los libros a Maria y déjala en paz de una maldita vez. Nadie con dos ojos sanos en la cara querría salir con un maldito baboso como tu.

Si no los hubiera tenido delante, se habría llevado una mano a la boca, sorprendida. Aquello era tan impropio de ella como sería de Nine pedir algo por favor. Desde luego aquel día se volvía extraño por minutos... a la mañana le había quitado el último par de tortitas a su hermano mayor, Jules, cosa que nadie se atrevía a hacer. Y se había quedado tan contenta, al salir por la puerta antes que los gemelos sin recibir ni un solo impacto de nieve embarrada tras amenazarlos con tirarle la play station al pozo.

Acaso un demonio irascible la había poseído?

No es que le molestara, pero el demonio debería comenzar a pensar en las consecuencias de que un metro noventa de carne y espinillas te mirase con cara de querer descuartizarte.

Sobre todo sabiendo que podía hacerlo.

Pero Shasha no se apartó. Quizá porque María había dejado de llorar y se había dado la vuelta mientras pronunciaba un suspiro de agradecimiento y se colocaba a su lado para enfrentarse a aquellos ogros, por llamarlos de alguna forma.


Algunas veces, parecía que aquellos chicos pensaban, pero siempre era para hacer algo peor.

Y desde luego, así eran sus intenciones, cuando comenzaron a insultarla.

- Vaya, mirad quien se ha levantado.- murmuró el apestoso de Kurt en voz suficientemente alta como para que lo oyeran los que lo rodeaban.- La perra del colegio. Eh, chica husky, has tomado tu pienso hoy?


Sloan, como siempre, no hablaba, solo coreaba los gritos y las carcajadas. El autobús no se detuvo en la parada, pues como siempre no había nadie.


- Si, Kurt, la perrita ha salido sin su collar. Y parece que ha evolucionado a bruja de las nieves, porque mira, hoy está especialmente blanca. Te casarás con una tiza, husky bonita? Es la única que iguala tu color de piel!- gritó el pelirrojo, sonriendo con sarcasmo y creyéndose el rey del mundo.


- Siempre será mejor una tiza que tú, plantación de espinillas ambulante.- le espetó Shasha sin pensar.

Y esta vez si se rieron. Se rieron incluso sus propios compañeros, al igual que todo el autobús.

Pero la carcajada general, se cortó de golpe, cuando Kevin, levantándose de su asiento, se acercó amenazadoramente hacia las dos chicas, mientras alzaba una mano.

- Te voy a enseñar como a los perros de mi tío, maldita...aaaaaahh!


Su grito rompió el silencio penetrante del autobús, llenándolo de murmullos de duda por saber cual era la causa del susto de Kevin.

Pero no gritaba de miedo, o quizá si, aunque más bien la causa parecía ser el hecho de que su brazo estuviera doblándose y retorciéndose, comenzando por la muñeca y prolongándose más allá del codo, como si todos sus tendones y sus músculos quisieran salirse de su cuerpo.


Maria y Shasha se miraron, sorprendidas, como si pensaran que una u otra estaban haciendo algo. Pero aquello no paraba.

- Ayudadme!!! Ayudadme!- gritaba desesperado el pelirrojo mientras se sujetaba el brazo y lloraba.

Aquello era casi demasiado, pensó Shasha mientras se acercaba a el y lo sujetaba.

- Kevin, basta. Nadie te esta tocando, no seas idiota y contrólate.


El chico la contemplaba como si no la conociera, mientras el brazo adquiría una tonalidad rojiza y comenzaban a aparecer negrones.

Shasha lo miró con pena pero no sabía que hacer. La gente comenzó a levantarse para observarlos, y Maria le tiró del brazo para que se apartara. Pero no podía dejar que nadie lo pasara tan mal... era horrible.


Y de pronto el autobús frenó de golpe, haciendo que los que estaban de pie se deslizaran por el húmedo pasillo y consiguieran sujetarse a duras penas.



- Pero qué...- exclamó el conductor mientras se levantaba el gorro polar que llevaba.- Malditos animalejos sueltos...



La puerta doble se abrió y dejó entrar una ráfaga del gélido aire de la mañana.


- Has tenido suerte chico. Unos metros más y no te habría cogido. Pero aún estamos dentro del radio de la parada, así que... sube.



El conductor no obtuvo respuesta, pero las puertas se cerraron y el vehículo arrancó con un crujido de los neumáticos en la nieve.

Las animadoras, que siempre se sentaban delante, profirieron un escandaloso ''oooh'' de admiración seguido de esas estúpidas risitas que Shasha tanto odiaba.


Mientras intentaba recuperar la posición vertical perdida en el frenazo, se encontró mirando a unas botas negras de motorista y unas piernas nada familiares.



- Deberías volver a tu asiento para no estorbar en el pasillo.- le soltó una voz suave y modulada, pero ala vez inconfundiblemente masculina.



Luego los pies desaparecieron y Shasha sintió como algo pasaba sobre ella y continuaba su camino hacia el fondo del autobús, la única parte vacía por ser la más fría.


Se levantó torpemente y se dio cuenta de que la única que estaba allí de pie era ella, que Maria le hacía señas para que se sentara, al igual que Gabrielle, y que Kevin estaba en su asiento intentando aparentar que no sentía dolor alguno, pero su brazo casi había vuelto a la normalidad.

Mordiéndose el labio, se dirigió a su sitio, el cual estaba helado de nuevo, y se sentó enfadada y con las mejillas encendidas.



- Te encuentras bien?-le preguntó amablemente Gabby.

- No. -respondió ella molesta mientras se ponía los auriculares de nuevo y subía el volumen al máximo para que Fall Out Boy le hicieran olvidar todo.



No la hizo sentir mejor el hecho de buscar en el reflejo de la ventana el rostro de aquel que se había subido a la ventana.

Y menos aún la impaciencia de llegar al instituto para poder decirle cuatro cosas cuando lo pillara desprevenido.

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